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Cómo el acero le mejoró la calidad de vida a cuatro comunidades del interior argentino

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Caminos de ripio, en ocasiones muy sinuosos; en otras, húmedos, inundados. Entre cerros, entre pastizales, debajo del sol tremendo o del viento inclemente que sopla por encima del enorme e inabarcable territorio argentino. Las zonas rurales del interior del país suelen estar muy aisladas de las grandes urbes.

Llegar hasta ellas puede ser toda una proeza, cuesta arriba o en picada, atravesando una inmensidad agreste rodeada por la intrepidez de los animales, los sonidos zumbones de los insectos y las leyes propias de la naturaleza.

En estos entornos viven pequeñas comunidades que, en ocasiones, no tienen todas las necesidades básicas -higiene, infraestructura, servicios- resueltas. Viviendas con pisos de tierra, muros y techos de caña y paja; en algunos casos, recubiertos de adobe. Los baños pueden llegar a ser casillas de madera que están separadas de las casas.

El agua que consumen la obtienen de pequeñas vertientes que los pobladores canalizan, a cielo abierto, hacia sus hogares. Esto hace que las condiciones del agua para consumo humano no sean las adecuadas, en especial en épocas de sequía: la presencia de animales en estos cursos hídricos hace que se generen casos de parasitosis en quienes beban de esa agua, especialmente los más chicos de las familias.

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En casi todos los casos, no hay suministro de red de energía eléctrica ni de gas, haciendo que estas comunidades sean consideradas “energéticamente vulnerables”. Pero hay cuatro, ubicadas en las provincias de Corrientes, Salta, Jujuy y Córdoba que este año fueron beneficiadas y comenzaron a mejorar sus condiciones de vida. La llegada del acero, para darle uso a la biomasa, tuvo mucho que ver.

La matriz energética argentina está conformada, en su gran mayoría, por combustibles fósiles; situación que representa el desafío y las oportunidades para el desarrollo de las energías renovables, ya que la gran disponibilidad de recursos biomásicos en todo el territorio nacional son una alternativa eficaz ante al contexto de crisis energética local e internacional.

En 2015, Argentina promulgó la Ley 27.191 –modificando a la Ley 26.190– para fomentar la participación de las fuentes renovables hasta que alcancen un 20% del consumo de energía eléctrica nacional en 2025, dándole una especial importancia a la biomasa.

Esta es una de las fuentes de energía renovable más confiables, es constante y se puede almacenar, lo que facilita la generación de energía térmica y eléctrica. Tanto por sus condiciones agroecológicas, como por las ventajas comparativas y competitivas de su sector agroindustrial.

Argentina es un gran productor de biomasa con potencial energético.

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La energía derivada de biomasa respeta y protege el ambiente, genera nuevos puestos de trabajo, integra comunidades energéticamente vulnerables, reduce la emisión de gases de efecto invernadero, convierte residuos en recursos, ahorra dinero en combustibles fósiles, moviliza inversiones y promueve el agregado de valor y nuevos negocios.

En 2012 se creó el proyecto para la promoción de la energía derivada de biomasa, con el objetivo de incrementar la producción de energía térmica y eléctrica derivada de biomasa a nivel local, provincial y nacional, para asegurar un creciente suministro de energía limpia, confiable y competitiva. A la vez, también para abrir nuevas oportunidades agroforestales, estimular el desarrollo regional y contribuir a mitigar el cambio climático.

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Con esta iniciativa en marcha y de entre 50 comunidades enérgicamente vulnerables de todo el país, fueron seleccionadas cuatro: Paraje Yahaveré, en Corrientes; Cerro Negro del Tirao, en Salta; Santa Bárbara, en Jujuy; y Paraje Pinto, en Córdoba.

Sus pobladores recibieron equipos de uso eficiente de leña para la cocción de alimentos, calentamiento de agua de uso sanitario y calefacción de viviendas. La empresa adjudicataria de la licitación, Ñuke, proveyó los 82 equipos previstos -cocinas multifunción, estufas y calefones- para viviendas y escuelas.

La comunidad guaraní de Paraje Yahaveré, está en el departamento de Concepción, una zona de esteros dentro del Parque Iberá. Lleva seis generaciones allí y está compuesta por 13 familias. Los pobladores se desplazan a caballo o en canoas, ya que es necesario atravesar lagunas o ríos. Para llegar a la comunidad, se deben recorrer entre 28 y 35 kilómetros: distancia que toma aproximadamente tres horas y media en tractor y de cuatro a cinco horas en caballo.

“No tenemos el camino listo para entrar y salir, tenemos que entrar con el tractor y si crece mucho el río tenemos que entrar en canoa”, contó Nicanor, un poblador del paraje.

Cerro Negro del Tirao se encuentra al sudeste de la ciudad de Salta, está compuesta por 14 familias que viven muy dispersas entre sí, tomando hasta más de una hora para llegar de una vivienda a otra.

Se accede por un camino de montaña que comienza a metros del desvío a Tonco, aproximadamente a 16 kilómetros de Payogasta, sobre la ruta provincial N°33. Una vez tomado el desvío, la comunidad se encuentra a una distancia de 45 kilómetros. Este es un camino vehicular que es conveniente transitar en vehículos 4x4 o camionetas, sobre todo en épocas de precipitaciones por la presencia de barro y rocas.

El recorrido atraviesa el Parque Nacional Los Cardones, transitando en gran parte del trayecto a elevaciones cercanas a los 4000msnm, tomando por lo general más de una hora y media de viaje hasta llegar a su punto final.

“Acá en época de verano si es caluroso, pero en invierno es bastante frío. Más cuando llega la nevada. Hay que armarse con varios camperones. Estamos muy contentos por todo lo que llega de afuera. Más con esta estufa que es para calentar, para que los chicos jueguen afuera y ya estamos mejor. Así no nos enfriamos tanto”, explicó Javier, uno de los pobladores.

La comunidad jujeña de Santa Bárbara, conformada por más de 10 familias, está en la zona de cerros al oeste del camino que une los poblados de San Francisco y Pampichuela.

Desde la ciudad de San Salvador de Jujuy hay que dirigirse hacia el Parque Nacional Calilegua. Allí se toma la Ruta Provincial 83 y se recorren aproximadamente 45 kilómetros hasta arribar a San Francisco. Una vez allí se debe continuar 10 kilómetros por el camino en dirección hacia Pampichuela, hasta encontrar un cartel que indica el acceso a las comunidades de Santa Bárbara y San Lucas (“Peña Alta”), y desde allí inicia el sendero de montaña. La única forma de acceder a Santa Bárbara es a pie, a caballo o a mula. Este trayecto, en sentido Peña Alta – Santa Bárbara, toma aproximadamente 4 horas a caballo, o 6 horas a pie. Mientras que para el descenso lleva cerca de 3 horas y media, tanto a caballo como a pie.

“Estamos sintiendo el calorcito y es algo fantástico, porque nosotros no tenemos los recursos necesarios para en un día de invierno, de mucho frío, estar calefaccionados”, dijo Marcelo Fernando Maidana, que se define como “director de establecimiento, director, maestro, cocinero, portero” del establecimiento escolar.

El Paraje Pinto se sitúa al noroeste de la Ciudad de Córdoba, a unos 96 kilómetros. Los primeros 5 kilómetros del camino se encuentran usualmente en buen estado y a partir de allí es un camino de montaña en descenso con muchas curvas. A lo largo del trayecto es necesario sortear vados de ríos que, dependiendo de la época del año, puede ser muy sencillo por la poca cantidad de agua o una limitante para el acceso. Aquí viven 20 familias. “En el campo, si no tenemos el calor de la casa, no tenemos otro lugar. Si se sale, se sale a la intemperie a hacer las tareas, nosotros vivimos de los animales. En el invierno todo eso se hace más crudo, más difícil”, explicó Érika.

La entrega de las cocinas multifunción se complementó con capacitaciones para un uso seguro y eficiente, al tiempo en que se previeron seguimientos en el funcionamiento y mantenimiento adecuado. Estos equipos son una mejora en la salud, el confort y la calidad de vida, además de que resuelve las necesidades de energía térmica.

Esta intervención promovió el uso eficiente de la biomasa, el arraigo de los pobladores y demuestra la sostenibilidad y replicabilidad de la experiencia en otras comunidades con necesidades energéticas similares. En los artefactos entregados hay acero de altísima calidad, fabricado por Ternium, que permite el perfecto funcionamiento y su infinita reciclabilidad.

"Nos enorgullece haber participado de esta iniciativa que cuenta con la asistencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), habiendo facilitado nuestros productos a comunidades energéticamente vulnerables para que mejoren su calidad de vida", afirmó Marcos Dartiguelongue, director de Ñuke.

“Ñuke es un cliente de muchos años, que fabrica sus productos con acero de Ternium."

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Hace un año se acercó con esta propuesta de ayudar a las comunidades energéticamente vulnerables y los acompañamos porque nos pareció que engloba todo el accionar de ProPymes”, aseguró Ezequiel Tavernelli, director del programa ProPymes de Ternium, que en Argentina lleva 17 años de trabajo continuo con más de 900 pymes, entre proveedores y clientes.

Los artefactos de Ñuke parten de un acero laminado en caliente cortado en hojas, de altísima calidad y que permite tanto su perfecto funcionamiento como una infinita reciclabilidad. “Pero nuestro servicio como usina no termina con la entrega en la planta del cliente: ProPymes también trabaja en su productividad, para que cuando reciba esa hoja, no sea un cliente cualquiera, sino que sea el mejor que podamos tener localmente, que pueda competir con cualquier otro fabricante de cocinas del mundo y que pueda hacer un producto de calidad internacional. Trabajamos en su forma de producir, con asistencia en la planta. Si necesita una certificación, lo acompañamos. Si necesita ayuda a que un producto suyo ingrese a un mercado que no accede -en el caso de Ñuke, a Estados Unidos- también los acompañamos con éxito, acercando nuestros contactos, ofreciendo nuestras oficinas. Les damos una ayuda para que pueda hacer algo mejor o algo más”, sintetizó Tavernelli.

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Respecto al caso puntual de la proeza de Ñuke, lo que atrajo la atención de Ternium fue la pasión que le imprimieron al intento de llegar a estas comunidades: “Su accionar reflejó lo de ProPymes como programa de ayuda en la cadena de valor y también en acercar nuestro producto a las comunidades. Vimos con qué pasión se hicieron esos viajes a Salta, Córdoba, a lugares muy difíciles de entrar, viajes de una hora de carreta o tractor, en mula… Se acercó el producto de nuestro cliente, nuestro programa y demostramos que el acero es un producto que está en contacto con nosotros diariamente, desde que nacemos hasta que nos morimos. Esto nos pareció ideal para transmitir un mensaje de acercamiento y ayuda”, cerró Tavernelli.